El intangible (pero real) costo del desorden

Todos, de alguna u otra manera, estamos conscientes que pagamos por lo que tenemos, sabemos que cada cosa (sea un bien o un servicio) tiene un costo asociado.  Algunos de estos costos son más o menos fáciles de calcular.  Por ejemplo, es relativamente sencillo saber cuánto cuesta la ropa que llevas puesta, las llantas de tu carro o la comida que compraste en tu última visita al supermercado.  La razón por la cual calcular estos costos no es complicado es porque se trata de costos tangibles.   Pero cuando hablamos de costos intangibles, el cálculo se complica lo suficiente como para pasarlos por alto.   Esto pasa tanto en tu casa como en tu lugar de trabajo.    Un ejemplo de estos «costos intangibles» es, precisamente, el costo del desorden. 

«El desorden en tu vida requiere energía para mantenerse. Empieza con las cosas más pequeñas. Despeja una pequeña parte y te asombrarás de la enorme cantidad de energía que se libera dentro de ti.«

John-Roger

¿Es posible estimar el costo del desorden?

No solamente es posible, sino que es necesario hacerlo. Cuando conoces los costos económicos asociados al desorden, seguramente pensarás dos veces antes permitir que el desorden domine tu entorno, así que te propongo que hagas cuentas de lo que te pudiera estar costando el desorden en los siguientes rubros:


a) Costos del desorden financiero: ¿Has hecho una cuenta del dinero que has pagado de más por razones tales como comisiones, recargos, multas o intereses moratorios por no llevar las cuentas de tu tarjeta de crédito (o chequera) correctamente? ¿Te han cortado el servicio telefónico o de electricidad porque el dinero que tenías para tal efecto lo empleaste en algo más? Este primer rubro de desorden pudiera evitarse presupuestando y llevando tus saldos con oportunidad y precisión. Tal vez es por esto, justamente, que tan pocas personas son capaces de hacerlo.
b) Costos del desorden físico/espacial: Las llaves del auto o la casa que, al estar perdidos, hicieron que llegaras tarde a una oportunidad de negocio o una entrevista laboral. Los documentos importantes para la junta del miércoles, que nunca aparecieron y consiguieron aplazar tu promoción laboral. Los aretes o zapatos o corbata que quieres usar en la boda de tu hermana y te causan un desgaste familiar, o los pasaportes, visas y pases de abordar que no aparecen hasta que el avión ya despegó. La desorganización físico/espacial también nos lleva a comprar varias veces las cosas que ya tenemos pero que no hemos encontrado, el costo es alto porque gastamos aquello que no necesitamos pues tenemos otra igual perdida en algún sitio. ¿Cuántas botellas a medio empezar tienes de shampoo, cuántas cajas de crayolas comenzadas, cuántos frascos de mermelada sin terminar?
Probablemente podrás corregir este desorden inmediatamente después que contestes lo que hay debajo de toda esa montaña de papeles de tu escritorio, o dentro del primer cajón del mismo, pero mientras tanto ¿ya calculaste el dinero que puede estarse tirando por causa de este desorden?
c) Costos del desorden de la agenda: Este tipo de desorden es el gemelo del anterior (y por ser su gemelo, se parecen mucho). Casi siempre van de la mano y conllevan a que pierdas grandes cantidades de dinero (y hablo de GRANDES CANTIDADES). La diferencia entre ellos es que, mientras el primero es causado por el entorno físico/espacial mal utilizado, su gemelo es causado por no hacer las cosas con oportunidad, aunque tengas control del espacio físico. El tiempo es dinero, no lo dudes. Si no llegas a tiempo no te dejan entrar al teatro y pierdes el costo de los boletos. Si llegas tarde para tomar el avión porque no programaste que podría haber mucho tráfico, te cobrarán para cambiarte al siguiente vuelo si es que lo hay (aunque tengas perfectamente claro dónde está físicamente tu pase de abordar). No tener a tiempo los documentos necesarios en la junta pueden hacerte ver incompetente y por ello tu jefe podría suspenderte o despedirte. ¿Te percatas de cómo el tiempo es un valor que cuesta dinero pero que a diferencia de éste no puedes reemplazar?
e) Costo del desorden causados por crisis no controladas: Mi abuelo solía decir que “Los hospitales acaban capitales”. No contar con un plan para emergencia es, de alguna manera, otro tipo de desorden. Este desorden se agrava cuando pienso de cualquier situación imprevista que “a mí no me va a pasar”. Ciertamente contar con un seguro (aunque sea básico), un plan de ahorros para emergencias o un plan de contingencia ambiental son ejemplos de “blindajes financieros”. Claro que estos blindajes tienen un costo también, pero es mínimo comparado con aquel que ocurre cuando la crisis no controlada toma forma. ¡Definitivamente es más barato invertir en capacitación en caso de un incendio que lamentar las pérdidas de lo devorado por el fuego!

Los tipos de falta de orden que acabo de exponer están lejos de ser los únicos. Existen al menos otros 3 tipos de desorden:

Mental: Seguramente tú no tienes este tipo de desorden, pero, ¿está tu mente lo suficientemente enfocada como para darte cuenta que falta el inciso (d) en este artículo?

Espiritual: No me refiero absolutamente a lo religioso, sino al orden que puede darte la introspección profunda.

Físico/Personal: ¿Estas nutriendo o destruyendo a la maquinaria que constituye tu cuerpo? ¿Lo tienes en zona de confort o en zona de poder?

Los costos asociados a estos últimos tres tipos de desorden, aunque redundan en la parte económica, afectan primeramente al “ser” y por esta razón he decidido no incluirlos en esta cuantificación, al menos por ahora. Sin embargo, si has seguido la lectura hasta aquí, ya te habrás dado cuenta que podrías tener más dinero en tu bolsillo con un poco de autodisciplina y control.

Tienes todo lo que se requiere para ello. ¡Manos a la obra!

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